Carta a mi hijo desconocido

“Carta a mi hijo desconocido”

Autor: Duilio Ismael Clavero.

Esta cartita la escribí pensando en vos. Son palabras escritas con temor, el temor que brota profundo desde mi alma y me abraza y conmueve mi cuerpo, mi piel, mis huesos. Temor de nunca llegar a conocerte, de jamás sentir tus manecitas tibias y tiernas entre las mías, y de poder aferrar tu cuerpito suave y dulce, con la misma devoción y ternura con que me aferraba mi madre al suyo cuando pequeño, como queriéndome proteger con su regazo de un mundo hostil y todavía para mi extraño. Que condena sería para mi corazón, el haberme enterado de que tu, mi pequeño, exististe, y yo nunca lo supe…No haber podido compartir tu crecimiento, tu primer llanto y tu primera palabra. No haberme podido jugar entero por vos mí bebe, y haber podido escuchar de tus pequeños labios, aquella palabra sublime que dice: ¡Papá! Como desearía en este momento de soledad, en que la ciudad malvada me aprisiona con sus deseos insatisfechos y sus placeres pasajeros, poderte aferrar a mi pecho y contar uno por uno los latidos de tu corazoncillo, y quedarme extasiado ante el gozo y el asombro de ser padre. Soy sin ti, como una raíz muerta que nunca alimentará a sus hojas tiernas; como un libro que se quedó sin letras. Mi miedo más terrible y parte de mis pesadillas, es llegar a enterarme que fuiste abortado, que tu frágil vida fue segada, intentando olvidar mi cariño, mi piel y mi nombre. Y es doble la pena y doble mi condena, el haber guardado mis semillas en tierras yermas…Pero, si ante todos esos peligros saliste triunfante ¡y hoy vives! Y te empiezas a erguir como un joven árbol bajo este sol y estas estrellas, y buscas tu espacio en este limitado mundo de los hombres y sus rivalidades, tomándote todo el oxigeno y bebiendo las aguas de las fuentes. Espero, y es mi anhelo supremo, que hagas la mejor carrera, que escales la cima más alta, que bebas los mejores vinos y beses las más bellas mujeres; pues será doble tu merito y gloria, porque por tu propio esfuerzo lo habrás conseguido. Y yo estaré de tu vida cual una sombra ausente, y nada podré ver ni saber de ti, pues el destino cruel tiró de este modo sus cartas, y dibujó nuestros caminos separados como dos líneas paralelas. Pero sé que el Supremo que todo lo ve, oye y siente, tus pasos estará guiando. Y yo, tu padre desconocido, en la soledad de este cuarto por ti seguirá rezando.